lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Quién es el narrador de la historia? ¿Qué relación tiene con los protagonistas?
El narrador de la historia es un hombre que no interviene demasiado en ella. La única relación que tiene con los protagonistas es que se aloja en el mismo hotel que ellos.

¿Dónde transcurre la acción?

La historia comienza en la piscina del hotel, y la acción en sí, el momento del juego, transcurre en la habitación en la que se hospeda un hombrecillo que apuesta con un cadete.


¿Qué apuesta propone "el hombre del Sur"?

El hombrecillo le promete darle su coche al cadete si éste enciende diez veces seguidas su encendedor. Por lo contrario, éste le cortaría su dedo meñique de la mano izquierda.


¿Por qué la acepta el joven?

Por que la ambicia y su carácter engreído le obligan a pensar que le es imposible perder y a estar muy seguro de él mismo.


¿Cómo se consigue crear tensión?

Se consigue crear tensión cada vez que el chico enciende su mechero. Cuando lo hace, nadie sabe si en esa vez el dedo le será cortado, o será la siguiente, o no pasará.


Explica el desenlace. ¿Es el final que te esperabas?

No, no es el final que me esperaba. Sabía que el hombre no le cortaría el dedo porque sería demasiado obio y también sabía que el chico no encendería diez veces su mechero, pero esperaba cualquier otra cosa antes de que fueran interrumpidos por una señora que les contara que aquel hombrecillo era más miserable de lo que pensaban.

Escribe otro final para el relato. Al redactarlo, no pierdas de vista el planteamiento y el nudo del cuento de Roald Dahl.

-¡cuatro!- grité con firmeza. El chico volvió a accionar el mechero y otra llama apareció.

-¡cinco!- el chico estaba muy confiado

-¡seis!- se acercaba el final del juego y la chica inglesa se ponía nerviosa. El chico estaba muy tranquilo y el hombre lo observaba todo preparándose para cortar.

-¡siete!- El chico fue a accionar el mechero por octava vez, pero la llama vaciló un poco antes de quedar encendida. El hombrecillo estaba a punto de cortar el dedo

-¡ocho!- El chico justo en aquel momento dejó de estar tan seguro de él mismo. sus manos temblaban y empezó a sudar. Ahora entendía en qué consistía el juego del hombrecillo, consistía en hacer que el otro quedara tan asustado que al final no pudiera terminar.

Estaba pensando que debería abalanzarme sobre el hombrecillo y dejar que el chico escapara cuando el cadete pasó el pulgar por la rueda. Una mínima llama se prendió. luego se empezó a extinguir. Entre que al chico le temblaban las manos y entre que le dolía tanto el pulgar de accionar la rueda que no podía sostenerla bien, fue normal que la llama empezara a apagarse poco a poco, pero no se apagó del todo y el chico cerró la tapa antes de que fuera demasiado tarde.

-¡nueve!-grité nervioso.

-¡uf! creí que me quedaría sin dedo- parecía que ahora al cadete le importaba no perder su dedo meñique.

-aún le falta una vez más- indicó el viejecito.

-¡bah! ¡ya le dije que mi mechero siempre funciona! mire...

pasó el dedo por la rueda por décima vez. Una llama grande y brillante salió del mechero en su cabeza, pero no en la realidad.

El viejecito levantó el cuchilló con rapideza y energía (provablemente ya lo habría hecho más de una vez) y lo golpeó contra el dedo del cadete. Me sobresalté y la chica inglesa gritó. El dedo no había sido cortado de todos modos.

-¿qué es lo que ha pasado?- preguntó el viejecito confuso

-me parece que ese cuchillo es de plastico y muy bien imitado, señor- dije amablemente.

-¡esto no es justo!- saltó el hombrecillo enfurecido- ¡ha perdido y su dedo me pertenece! ahora mismo voy a buscar otro cuchillo- dijo el hombrecillo haciendo énfasis de levantarse, pero fue la chica la que lo interrumpió.

-le propongo un trato, señor- dijo la joven

-¿usted?- preguntó el hombrecillo

-sí, apuesto mis dos dedos meñiques a que puedo pasarme diez minutos bajo el agua sin sacar la cabeza. Usted me atará los dos dedos meñiques de manera que si salgo del agua , me cortará los dedos.

hasta ahora, había pensado que la inglesa era mucho más sensata.

-¿y qué pasa si pierdo? ¿me cortará la mano izquierda?

-no, no, - la chica era insensata, pero no tonta- tiene que ser algo de lo que usted pueda prescindir, como por ejemplo, su casa.

-mi... ¿mi casa? - tartamudeó el hombrecillo

-por supuesto- dijo la chica- con lo que le gusta a usted cortar dedos, seguro que ganará mucho dinero como para comprarse una casa enorme.

-eso no es algo de lo que pueda prescindir.

-¡claro que sí!- saltó la chica emocionada pensando en quedarse con la casa del hombrecillo- con la buena mano que tiene usted para cortar dedos seguro que puede comprarse una casa nueva vendiendo un par de dedos más en el mercado negro.

El hombrecillo aceptó y todos nos dirigimos a la piscina que estaba desierta y no había nadie vigilando. El cadete no paraba de repetirle que no lo hiciera, que nadie es capaz de estar diez minutos sin respirar, pero ella no le hizo caso.

Cuando el hombrecillo consiguió un nuevo cuchillo, la chica cogió de su bolsa un tubo para respirar y le ataron los meñiques. Se pasó allí poco menos de media hora. Al fin y al cabo, en ningún momento ella había dicho que se pasaría diez minutos sin respirar.

Lo último que supe de la chica y el cadete es que actualmente viven en una bonita casa en el sur de Escocia. Del hombrecillo no he vuelto a saber nada, pero supongo que estará vendiendo dedos para comprarse una casa nueva. La verdad es que fue un caso típico, un hombre astuto que se encuentra a alguien peor que él. Generalmente, estos no duran mucho como es el caso del hombre del sur...

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